Una integración soñada comienza a tomar forma en América del Sur. El reciente memorándum firmado entre Brasil y China para desarrollar un corredor ferroviario bioceánico representa mucho más que un megaproyecto de infraestructura: es una apuesta por una conectividad continental sin precedentes, que podría redefinir el comercio, la logística y la integración política de toda la región.
La iniciativa contempla la construcción de un tren que partiría desde Ilhéus, en la costa atlántica de Brasil, cruzaría el continente suramericano y culminaría en el puerto de Chancay en Perú, infraestructura estratégica creada con capitales chinos, que ya ha comenzado a operar y reducir considerablemente los tiempos de exportación hacia Asia.
Con una inversión estimada de más de 70 mil millones de dólares, el proyecto no solo busca acortar los tiempos de traslado de mercancías de 40 a menos de 30 días, sino también impulsar el desarrollo de zonas históricamente postergadas del interior de Brasil y, eventualmente, conectar los sistemas ferroviarios de países vecinos como Bolivia, Chile y Argentina.
Un tren que une continentes y fortalece regiones
Este proyecto puede significar el primer gran paso hacia una conectividad sudamericana real, en un continente donde las rutas terrestres y ferroviarias han sido fragmentadas por décadas. En contraste con China, donde el 75% de los trenes son de alta velocidad, Latinoamérica se mantiene rezagada. El tren bioceánico plantea una respuesta ambiciosa y concreta a esa brecha histórica, y abre la posibilidad de generar cadenas productivas regionales, no solo de exportación directa hacia Asia, sino también para fomentar el comercio intrarregional.
El acuerdo firmado entre Infra, empresa estatal brasileña, y el Instituto de Planificación Ferroviaria de China, incluye estudios de factibilidad técnica, logística y ambiental. En palabras del investigador y experto en geopolítica Gabriel Merino, “este proyecto vincula a Brasil con la región más dinámica de la economía mundial: el Indo-Pacífico, el sudeste asiático, China e India, donde se concentran los actores clave del nuevo orden global”.
Más que comercio: soberanía y geopolítica
El contexto geopolítico amplifica el impacto de esta alianza. Mientras Donald Trump —en plena campaña presidencial en EE.UU.— endurece su retórica contra China y anuncia aranceles del 50% a productos brasileños, el gobierno de Lula da Silva refuerza su postura de autonomía relativa frente a Washington. La ofensiva estadounidense incluye, incluso, una posible injerencia directa en el Canal de Panamá, clave para el tránsito marítimo interoceánico.
Ante ese escenario, la diversificación de rutas como la del tren bioceánico no solo garantiza independencia logística, sino que también resguarda la soberanía económica regional. “Las tarifas de Trump no son solo una medida económica, son una sanción política. Y el tren, en ese contexto, es una respuesta estratégica”, afirma Leandro Fontes Corrêa, magíster en Relaciones Internacionales por la Universidad de São Paulo.
El momento de decidir
La integración ferroviaria propuesta no es un simple corredor logístico. Es, en palabras de sus impulsores, una oportunidad histórica para que Sudamérica avance hacia un modelo de desarrollo propio, autónomo y articulado. Su éxito, sin embargo, dependerá de la voluntad de los gobiernos de la región para coordinar políticas, inversiones y liderazgo conjunto.
La sintonía entre los presidentes Lula da Silva (Brasil) y Gabriel Boric (Chile), ambos presentes en la reciente cumbre de los BRICS, podría ser determinante para sumar a Chile al proyecto y completar así un verdadero eje bioceánico continental, capaz de unir dos océanos, varios países y una visión compartida de desarrollo.
En un mundo marcado por tensiones comerciales, crisis energéticas y disputas geopolíticas, el tren entre Brasil y Perú —potenciado por el respaldo chino— representa mucho más que una obra de infraestructura: es una señal de que otro futuro para América del Sur es posible, y comienza sobre rieles.









