Ya está a punto de convertirse en realidad en Chile, el ingreso de la “banca ética”; una plataforma de inversiones que prioriza la transparencia y con focalización en proyectos culturales, educativos, ciudadanos y medioambientales. (Por María José Becerra Moro, Académica Escuela de Economía y Negocios, U.Central)
La banca ética, al igual que las cooperativas de ahorro y crédito, son instituciones financieras, cuyo principio fundamental es responder al bienestar y a la aspiración de un buen vivir de toda la sociedad. En cambio, los bancos, tienen su anclaje solo en la transacción comercial del dinero no importando su fin, pudiendo ser financiamiento para proyectos reales, o en algunos casos, solo para especulación financiera.
Un claro ejemplo de esto, son las consecuencias de la última crisis financiera mundial. En Estados Unidos, desde 2008 hasta 2014, han quebrado más de 512 bancos, versus la quiebra de 161 cooperativas de ahorro y crédito. Por tanto, bancos éticos son más resilientes a las crisis económicas porque su misión no es aumentar su patrimonio a través de capitales golondrinas, o capital para financiar más capital; por el contrario, están basados en inversión en la economía material, en proyectos rentables tanto en ámbitos económicos como sociales.
En Chile, nos encontramos ante un marco normativo desigual. El concepto de banca ética ha sido sinónimo de las cooperativas, pero ellas corren con desventaja frente a los grandes bancos transnacionales.
Es muy relevante desde el plano económico dejar de naturalizar estas desigualdades y avanzar hacia una economía financiera democrática; es decir, que el mercado de capitales se nutra de proyectos que financien el bienestar social y el buen vivir de sus ciudadanos.