Este 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, jornada que recuerda la convocatoria iniciada por el movimiento feminista latinoamericano en 1981 en conmemoración del asesinato en 1960 de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), a manos del gobierno dominicano, y en la que anualmente a nivel mundial se reclaman por políticas que promuevan su erradicación.
La violencia psicológica, física, monetaria y sexual contra la mujer, ejercida por su pareja o ex pareja, es considerada un grave problema de salud pública, una violación directa a los derechos humanos de este colectivo y en su caso más extremo, un atentado contra la vida. Si vemos el caso chileno, podemos dar cuenta de cómo entre 2018 y 2020 se registraron 131 femicidios, mientras que en lo que va del 2021 se han registrado 35 casos, de los cuales 12 fueron consumados entre el 29 de septiembre y el pasado 21 de noviembre, según datos otorgados por el SERNAMEG. A su vez, la Red Chilena contra la violencia hacia las Mujeres sumó 9 casos más.
Si realmente queremos dejar de perpetuar las historias de mujeres víctimas de violencia, es urgente que incorporemos la perspectiva de género en nuestra construcción sociocultural. La asimetría de poder entre hombres y mujeres abarcan todas las dimensiones de nuestra sociedad, sin excepción. Es por eso que desde la primera infancia debemos inculcar valores como el respeto y la empatía; regulación emocional, como el miedo, la ira y el odio; y el trabajo de emociones morales que nos permitan manejar mejor la impulsividad, la deshonra, la vergüenza y la frustración.
Pero ¿por qué insistir en que la promoción de la educación emocional en todas las etapas de vida del ser humano sería una solución a este problema y a otros vinculados con la violencia? Pues porque este conjunto de herramientas se enmarca en el respeto y valoración de los derechos humanos, en la diversidad multicultural y la paz, y porque capacita a las personas para conducir su vida en forma plena, permitiéndonos convivir y participar de manera activa, responsable, tolerante, solidaria y democrática en la comunidad.
Asimismo, se torna necesario que la perspectiva de género sea incorporada en diversos ámbitos, tales como el normativo, de manera tal que sea parte sustancial de sus fundamentos; en las políticas públicas, sobretodo en áreas de especial sensibilidad como la salud y la educación; en los medios de comunicación, de forma tal que la responsabilidad social promueva la eliminación de estereotipos y la hipersexualización; así como en la propia sociedad, modificando nuestras conductas agresivas y maltratadoras.
Los datos demuestran que es necesario apurar el cambio cultural poniendo énfasis en acciones focalizadas en promover la igualdad, reforzar los programas educativos desde el nivel inicial con la incorporación de la perspectiva de género, e intervenir en los procesos de socialización que se establecen entre niñas, niños y adolescentes para que estén basados en relaciones igualitarias, respetuosas y, sobre todo, no violentas.
Como Fundación Liderazgo Chile, este día abogamos por el diálogo y la co-creación de soluciones transversales, disponibles a trabajar incansablemente por la erradicación de este flagelo mundial, esperando poder algún día celebrar esta fecha y no continuar conmemorando con cifras dolorosas y sangrientas.
Por Arnaldo Canales, Director Ejecutivo de la Fundación Liderazgo Chile