La danza que une: Mujeres de Melipilla llevan su experiencia de danzaterapia a Colombia

Hace algunos años, en la comuna de Melipilla, una mujer colombiana —psicóloga de profesión y poeta de vocación— sembró una semilla cargada de sensibilidad y esperanza: inició un programa de talleres de danzaterapia, una disciplina que conjuga el movimiento del cuerpo con la expresión emocional, la introspección y la sanación. Me refiero a Maggy Gómez Sepúlveda.

Con esfuerzo, pasión y convicción, esta iniciativa fue tomando forma hasta encontrar eco en la administración municipal de entonces, encabezada por la alcaldesa Lorena Olavarría Baeza. Tal vez por su propio vínculo con las artes de la palabra y la música, la alcaldesa comprendió el valor de esta propuesta y le otorgó el respaldo necesario. Gracias a ello, los talleres comenzaron a expandirse por diversos rincones de la comuna: Mandinga, Bollenar, Pallocabe, Cholqui, Manantiales, Pabellón y, por supuesto, en la ciudad de Melipilla.

La danzaterapia —también conocida como danza movimiento terapia— es mucho más que aprender pasos o coreografías: es una forma de comunicación profunda, en la que el cuerpo se convierte en voz del alma. Es una práctica que libera tensiones, desbloquea emociones y abre caminos de autoconocimiento. Como bien expresó una de las participantes: “La danzaterapia es el lenguaje del cuerpo, donde expresamos nuestras emociones y conectamos con nuestro propio sentir. El ritmo hace que nuestro cuerpo vibre con diversas emociones, y que en cada paso y movimiento expresemos sensaciones de bienestar. El conectar nuestras miradas y el roce de la energía nos recuerda que somos un solo ser.”

Pese a los logros alcanzados, la llegada de una nueva administración municipal significó un duro revés: el programa fue ignorado, y con ello, también las voces y necesidades de decenas de mujeres que habían encontrado en estos talleres un espacio de contención y crecimiento. Sin embargo, lejos de desanimarse, estas mujeres redoblaron su compromiso. La falta de apoyo institucional se convirtió en una chispa de autogestión, y así, con tozudez, coraje y creatividad, construyeron un sueño que traspasó fronteras.

Hoy, ese sueño se hace realidad.  Este  viernes 4 de julio, un grupo de estas valientes mujeres emprenden un viaje a Colombia, donde compartirán su experiencia realizarando  presentaciones y establecerán vínculos con otras agrupaciones femeninas. No se trata sólo de llevar una técnica o un taller, sino de tender puentes desde el cuerpo, desde el arte, desde la memoria de sus pasos.

Este viaje es una conquista simbólica y real: una muestra de cómo la danza puede transformar vidas, comunidades y territorios. Un recordatorio de que, incluso cuando los apoyos se retiran, la fuerza colectiva puede abrir caminos impensados. Y que cuando el cuerpo habla, el mundo escucha.

Por Luis Aras Manzo, poeta y escritor melipillano

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