Nunca habíamos perdido tanto patrimonio histórico en Chile, como en los últimos diez años. Sumando los desastres naturales provocados por los aluviones desde el 2012 a la fecha, los grandes incendios del 2017 y los registrados hasta mediados de febrero del presente año. Tenemos cifras horribles de más de 2.100 hogares perdidos. Sin ser muy exactos, debido a que las estadísticas son vagas y utilizan a menudo la frase: “Sin determinar”, para no comprometerse. Hablamos de casas, habitaciones o domicilios arrasados por completo, con pérdida total de lo que había en su interior. (En la imagen, la telegrafista de la estación de trenes de Quillota para el año 1891, la señorita Celinda Arregui. Recreada por Carmen Quilodrán para el Día Internacional de la Mujer 2020)
Ni siquiera los daños colaterales de los grandes conflictos externos o internos en que nos hemos visto involucrados durante los siglos XIX y XX, ya sean la Guerra del Pacífico, la Guerra Civil de 1891, la Revolución de la Escuadra o el Golpe Militar de 1973 habían hecho tanto daño a nuestro patrimonio histórico. Solo y quizás, comparable con los daños de los terremotos acaecidos en el mismo periodo, sin considerar la ocurrencia de un tsunami. Porque muchas veces después de un terremoto fue factible recuperar algunos bienes materiales, no así con los Tsunami.
¿Porque les comento esto? No significa que las pertenencias estén antes que las personas. En ningún caso. Pero apelo a nuestra humana necesidad de trascender. Está comprobado que gracias a las fotografías familiares y de particulares se ha podido reconstruir variados pasajes y el quehacer de nuestra historia reciente. Sin embargo, la destrucción total de los recuerdos de una familia, no solo les afecta a ellos como grupo, le afecta a la comunidad y al grado de pertenencia con en el terruño. Por lo general, el chileno no tiene incorporado en su ADN el concepto de patrimonio histórico, por eso no le nace preservar o mantener. Pero el cariño, el apego y el amor al interior del seno familiar, si es capaz de generar el interés por conservar fotografías, elementos, herramientas, etc. de un ser querido o antepasado. Entonces la relación es simbiótica y romántica, no existe el uno, sin el otro.
Desde la década de 1840, se hizo conocida en nuestro país la tecnología del “daguerrotipo”, precursora de la actual fotografía, cada vez más masiva y al alcance de todos, gracias a los celulares. Si no fuera por adelantos como la fotografía no tendríamos la posibilidad de poseer el conocimiento que tenemos de los últimos doscientos años. El mejor ejemplo que identifico al respecto es el caso del Buceo con Escafandra. Recientemente, se han hecho populares inéditas fotografías de particulares que muestran la práctica del buceo con este tipo de aparataje.
Pero no siempre es así, como historiador me sucede a menudo que encuentro la mención a una persona, pero no existe una imagen de ella, entonces su biografía se dificulta. También, cuando hay referencias a una profesión u oficio, los elementos u objetos y las maquinarias o herramientas con que se ejecutaban, pero que no se conservaron ejemplares. Por ejemplo, cuando hablamos de telegrafía, oficio de mujeres tan común en Chile a finales del siglo XIX. Sin embargo, no tenemos imágenes de féminas en su lugar de trabajo, posando con un aparato telegráfico impresor y su respectiva llave manipuladora (Key). Entonces, no solo se perdió el oficio, también el equipamiento. A propósito de esto, el año 2020 la Fundación ISPAKUL Killota realizó la recreación del entorno típico de la telegrafista de la ciudad de Quillota para el año 1891, la señorita Celinda Arregui. Posteriormente y gracias al apoyo de un diseñador gráfico, se pudo incorporar digitalmente en su mesa el mecanismo impresor y el key manipulador de un telégrafo. La imagen manipulada que se logró es muy didáctica y fue donada a la comunidad en el Día Internacional de la Mujer. Es lo más aproximado que tenemos de una telegrafista chilena, aplicable para cualquier lugar del país.
Ahora vámonos al campo, en el área geográfica que hoy se conoce como Chile Chico, donde históricamente se cultivó el cáñamo para confeccionar cuerdas y jarcias de uso naval y marítimo. Acá debiera ser habitual encontrar herramientas para la obtención de esta fibra natural, como: espadillas o agramaderas para espaldar o agramar el Cáñamo o rastrillos para peinarlo y repasarlo. Pero no es así, perdimos la cultura cañamera por completo y hoy buscamos información en España, país desde donde se trajo esta planta durante la Conquista. Menos mal, que en lo que respecta a la confección de cuerdas, cabos y sogas, algo de conocimiento perduró en el tiempo.
Si Ud. guarda en su familia reliquias que pueden formar parte del patrimonio histórico de su pueblo, ciudad o provincia, asegúrese que sean de conocimiento de las próximas generaciones. Si son objetos, hágalo mediante un registro fotográfico o donación a Fundaciones y/o Museos. Si son imágenes, mediante su digitalización. No permita que un desastre natural o un incendio de grandes magnitudes destruya su patrimonio histórico familiar. La Fundación ISPAKUL Killota le ofrece asesoría gratis.
Lamentablemente, no podremos saber la magnitud del daño causado hasta hoy, solo un leve acercamiento.

Por Hugo Quilodrán Jiménez, investigador y recopilador histórico, presidente de la Fundación ISPAKUL Killota








