Alternativa para Alemania se cuela como tercera fuerza política en el templo de la democracia con un programa y un discurso contrarios a los principios básicos del Estado de Derecho y la Constitución. Alice Weidel y Alexander Gauland, los líderes de Alternativa para Alemania
Los fantasmas de la extrema derecha han regresado por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial al Parlamento alemán (Bundestag). La formación ultraderechista de tinte nacionalista y xenófobo Alternativa para Alemania (AfD)ha obtenido en las elecciones generales celebradas este domingo en Alemana un 13,2% de los votos, según los sondeos, lo que le garantiza 87 escaños. Será la tercera fuerza política en una legislatura a priori intoxicada. Este mismo domingo ya se han registrado manifestaciones espontáneas contra el partido ultraderechista en Berlín, Colonia y otras ciudades alemanas.
Se confirman por tanto las predicciones demoscópicas y los peores augurios.La AfD, con una candidatura bicéfala formada por los singulares Alice Weidel y Alexander Gauland, gana la ofensiva lanzada a modo de guerrilla hace hace dos años en la periferia y se cuela en el templo de la democracia alemana con un programa y un discurso no acorde con los principios básicos del Estado de Derecho y de la Carta Magna. “La corrección política pertenece a la basura de la Historia”, decía Weidel.
Su siamés, entre tanto calentaba el ambiente en la sede del partido en Berlín y asegurada a sus simpatizantes que “recuperaremos nuestro país y nuestro pueblo”, dijo Gauland y añadió que si el partido ha logrado esos resultados de ensueño es por la gente que reclama voz en el Parlamento. “Somos la tercera fuerza y eso nos da la fuerza para decirle al Gobierno que se abrigue, que vamos a por el”.
La AfD ya está en 13 parlamentos regionales
La entrada de AfD en el Bundestag ha sido una crónica anunciada. El partido, con 19.621 afiliados a nivel federal, ha ido infiltrándose por goteo en la vida política. Contagiando subversivamente al descontento, sembrando miedos, agitando la protesta, prometiendo panes y peces. En 2013 se quedó a las puertas del Bundestag con un 4,7%, un 0,3% por debajo del umbral necesario. La AfD de entonces era un reducto de profesores de universidad, políticos y economistas euroescépticos y contrario a los rescates y flexibilización de las reglas del pacto de estabilidad. Era un partido de élite. El exceso de debate y luchas internas resquebrajaron la formación. Los halcones le clavaron en el sus garras y tras una limpia de moderados pusieron al fuego una olla para hacer un gran guiso popular con la crisis de los refugiados. Y decenas de miles de “buenos patriotas” han acudido entretanto a esa comilona sin mesa ni mantel. Muchos de ellos, como quedó de manifiesto en pasadas elecciones regionales, se han ido sumando a la romería desde las filas de movimiento y partidos sin opciones a escaños, entre ellos los neonazis del NDP o del Partido de Los Republicanos.
La AfD, donde también han ido a recalar votos de los Verdes y de La Izquierda y hasta de la CDU de Merkel, llega al Bundestag tras haberse colado en 13 de los 16 parlamentos regionales. En el caso de las recientes elecciones en el estado de Sajonia-Anhlat (este) hasta el 24% de los apoyos. Iban con el viento de cola.
“Por primera vez desde 1945, nazis reales podrán ocupar la tribuna del Reichstag” (sede del Parlamento)” había advertido el titular de Exteriores, el socialdemócrata Sigmar Gabriel tras los penúltimos ataques de la singular pareja de candidatos, bombas fétidas de efecto controlado. La AfD rompe tabúes y relativiza luego. Tira la piedra y esconde la mano. Porque esa es la linde que separa la AfD del barbecho filonazi de Partido Nacional Democrático Alemán (NPD), sometido a vigilancia por la Oficina Federal de Protección de la Constitución (BfV, servicios secretos de Interior) por intentar alterar el orden constitucional. El NPD ha sido declarado por el Tribunal Constitucional, anticonstitucional, pero no se consideró necesario prohibirlo dada su irrelevancia. Junto con Los Republicanos, formación similar, sus afiliados no llegan a los 4.000 en todo el país.
Se han escuchado durante la campaña electoral voces a favor de un dique de contención de la AfD y el candidato socialdemócrata, Martin Schluz, pidió incluso poner esta formación ultranacionalista con individuos de ideología abiertamente oscura, bajo vigilancia de la BfV.
Gauland, vicepresidente asimismo de un partido que de facto ya no dirige Frauke Petry, a quien éste ha hecho parecer moderada, defendió en un acto electoral el derecho del pueblo alemán a revaluar el pasado e incluso a estar orgulloso del ejército nazi. “Si los franceses tienen el derecho a estar orgullosos de su emperador (Napoleón), los británicos de (el almirante) Nelson y de (el primer ministro Winston) Churchill, nosotros debemos tener también el derecho a estar orgullosos de la actuación de los soldados alemanes durante la II Guerra Mundial”, dijo Gauland. El septuagenario reclamó el derecho a “revaluar los actos de los soldados alemanes en las dos guerras” y dijo respecto al periodo del nacionalsocialismo, de 1933 a 1945, que no hay que “respetar esos doce años pues ya no tienen nada que ver con nuestra identidad. Por esa razón tenemos el derecho a recuperar nuestro pasado y nuestro país”.
En una de sus últimas apariciones con Weidel dijo que “Alemania se ha convertido en refugio seguro para criminales y terroristas de todo el mundo“, que “el Islam pone en peligro la paz en Alemania”. No hay que haber estudiado en La Sorbona para intuir de dónde proceden el millar de denuncias por alta traición desde la crisis de los refugiados que ha recibido la Fiscalía Federal. “Las demandas contra la canciller se consideran carentes de fundamento, dijo la portavoz de la Fiscalía, Frauke Köhler. Pero da una idea de cómo será el debate parlamentario con la AfD en el hemiciclo.