Con un sentimiento agridulce, recibo la noticia de un muy merecido homenaje que se le hará a la memoria de Bernardo Cortés Castro, Alonso Lazo Rojas y Luis Alberto Barraza Ruhl, ex estudiantes del Liceo Domingo Ortiz de Rosas en mi natal Illapel. Hago énfasis en lo de agridulce, al considerar las dramáticas circunstancias en que estos tres luchadores por la libertad y la dignidad del ser humano, ofrendaron sus vidas en los aciagos días de la dictadura pinochetista.
A Bernardo y a Alonso, los conocí de una manera muy cercana, ya que, además de ser compañeros de estudios en el Liceo, integrábamos el grupo cultural Aquelarre, junto a Manuel Tricalloti, Mario Ramos Vicencio y otros cuyos nombres yacen hoy en las profundidades de mi memoria pasada. A todos ellos, mi primer pensamiento en este momento tan especial.
¿Cómo olvidar las memorables jornadas de aquellos años, cuando nuestra juventud emanaba fuerza y vigor en aras de construir una sociedad digna y justiciera? Imposible. Fueron días de soñar y compartir lo soñado a través de campañas de alfabetización en los campos de Choapa, de declamar poesía en recitales y programas de radio, de hacer teatro y exposiciones de arte. Recuerdo muy bien cuando subimos a escena “Revolación” en el Salón Parroquial de Illapel, una obra teatral inspirada en la Cantata Santa María de Iquique del grupo Quilapayún, con un lleno total que nos obligó a abrir nuevas funciones. También las jornadas de solidaridad y trabajo voluntario después del terremoto de 1971 y las intensas tertulias con que programábamos muchas de las actividades.
Y de repente vino el hachazo duro y homicida de la barbarie institucionalizada. El golpe artero y cobarde de los que se sintieron amenazados en sus mezquinos intereses. Bernardo cae en La Serena y Alonso en Copiapó. Hasta el día de hoy, nada se sabe ni siquiera de donde se encuentran sus cuerpos. Por eso es tan significativo y me sumo desde la distancia a este homenaje, porque en la medida en que los recordemos, ellos no habrán muerto ni mucho menos desparecido. Es nuestro deber para con nosotros mismos y las nuevas generaciones. La verdadera trascendencia del alma humana radica justamente en la defensa de valores altruistas como la justicia y la libertad, defensa que pasa obligadamente por una enconada lucha contra la amnesia histórica; donde, los mismos de siempre, aún persisten en silenciarnos con cantos de sirena y enajenación.
Sembrar la memoria, para que no crezca el olvido… Esa es la consigna.
Por Elías Adasme Apablaza – Artista visual, San Juan de Puerto Rico, 15 de mayo de 2019