La Sociedad de Creación y Acciones Literarias de la Región de Coquimbo (SALC) y la Sociedad Patrimonial Pedro Pablo Muñoz Godoy (SPPMG), conmemoran los 158 años de la “Batalla de Cerro Grande”, con diversas actividades de reflexión y divulgación, tanto en La Serena, como Vallenar y Copiapó.
Se efectuará, entre otros, una “Asamblea conmemorativa y abierta a la comunidad” en la tumbas de Pedro Pablo Muñoz y de Antonio Alfonso, en el Cementerio Municipal de La Serena. En tanto, un equipo de profesionales continúa en el desarrollo del proyecto: “Monumento Nacional Sitio de la batalla de la Quebrada de Los Loros”, a partir de 48 hectáreas otorgadas en comodato a la SPPMG y que está en la etapa de fijar deslindes y cierres con la Universidad Santo Tomás, y en profundizar sus estudios históricos, arqueológicos y medioambientales.
La Batalla Cerro Grande aconteció al amanecer del día 29 de abril de 1859, en los faldeos del Cerro Grande, en el lado sur de la ciudad de La Serena, donde las tropas regionalistas de Coquimbo y Atacama se enfrentaron al ejército centralista de don Manuel Montt. Al comienzo de la batalla, las tropas revolucionarias ganaban con cierta facilidad, pero la artillería rebelde no funcionó debido a que era armamento muy artesanal y la pólvora había sido reemplazada por ceniza, —lo que fue una clara traición— y esto determinó el triunfo del gobierno centralista y también apresuró el fin de la guerra. Esta revolución, llamada “Revolución Constituyente”, se desató por varios meses, debido a que las regiones de Atacama y Coquimbo, encabezadas por el General Pedro León Gallo, se habían alzado en armas contra la inequidad del centralismo y autoritarismo de Manuel Montt. Las tropas revolucionarias, que se formaron en aquella época, estaban constituidas por mineros, peones, intelectuales e incluía a la mayoría de las familias más ilustres de estas regiones. A pesar de la derrota de las fuerzas regionalistas, se produjo un cambio social importante en el país; especialmente, respecto a los impuestos, la educación y la democratización del país.
Arturo Volantines, recuenta la batalla: “Por el sureste de La Serena, en torno al Cerro Grande, formó el Ejército Constituyente. De izquierda a derecha, en las murallas de las tierras de Aguirre, el Regimiento n°1 de Copiapó, Los Zuavos de Chañarcillo, La Legión Huasquina, el Segundo de Línea de Copiapó, Los Cívicos de Copiapó y el Primero de Coquimbo. Al frente, formaba el ejército de Gobierno: mucho más numeroso y con mejores armas. Pedro Pablo Muñoz ocupaba Ovalle y Balbino Comella ocupaba Illapel.
Ese memorable día, al amanecer del 29 de abril de 1859, el Ejército Constituyente, —encabezado por Pedro León Gallo, Ramón Arancibia y el Comandante del Coquimbo, Ignacio Alfonso— atacó al ejército del Gobierno, cortando a esas tropas en dos y tomando algunos prisioneros. Recién a las 7 ½ de la mañana pudo el General, Juan Vidaurre recomponer sus fuerzas. Parecía que la batalla se ganaba.
Fue nuestro Waterloo. En el entusiasmo de ganar se les cedió los faldeos del Cerro Grande a las tropas de Gobierno. Pareciera ser que las ventajas de tan afiatada revolución llevaron a la confianza destructiva. Más que perder; no se supo ganar. Así, como la cultura de las batallas fue esencial en los triunfos de Alejandro, pareciera que el Estado Mayor revolucionario no conocía Waterloo.
Tampoco se pensó en el factor de la traición, que siempre ha estado presente en la historia de Atacama hasta el día de hoy. Siempre el traidor aparece desde mismo intestino, como ayer y como hoy. Como en Cerro Grande, al traidor lo condena el pasado. Quiero decir, que si el traidor perteneció dedicadamente a un sector, tiende éste a regresar a esa trinchera. Pasa, por ejemplo, con los que estuvieron a favor o en contra del Gobierno de Allende. No podemos culpar sólo a la traición la derrota de Cerro Grande. Pero, claro, la batalla tuvo un sólo y fatal pestañeo de parte del Ejército Constituyente, y eso fue cuando fallaron las armas. Esto lo reconoce, el General de División e Inspector General del Ejército de Chile, Don Francisco Javier Díaz (La Guerra Civil de 1859, Relación Histórica Militar; Imprenta de la Fuerza Aérea de Chile, 1947, Stgo. de Chile.).
La Batalla de Cerro Grande tuvo dos factores más que fueron gravitantes y están relacionados con el armamento. La calidad de las armas del Gobierno era muy superior. El ingenio de Anselmo Carabantes fue notable en la construcción de las armas Constituyentes; pero, también, eran, en cierta forma, armas artesanales, que rápidamente fueron quedando inútiles en la contienda.
Otro factor, fue la actitud de Pedro León Gallo de no repetir el ataque con corvos de la Quebrada de Los Loros. Los corvos permanecieron quietos, y cuando Ramón Arancibia, por cuenta suya, cargó con un puñado de atacameños, ya era demasiado tarde.
La actitud de Pedro León Gallo de evitar muertes se sostuvo hasta el final de la Guerra. Por lo mismo, cuando una parte del Ejército Constituyente sobreviviente, atrincherado adentro de la ciudad de La Serena, encabezado por Elías Marconi, le propuso volver a la carga, Pedro León Gallo se negó rotundamente e, incluso, su actitud frente a la capitulación fue coherente; a pesar que parte del ejército se mantenía intacto en Atacama. Pedro León Gallo siempre fue valiente y mesurado.
Tal vez, también gravitó en él, la negación de plegarse de los revolucionarios capitalinos.
Durante 5 horas de combate, el Ejército Constituyente mantuvo fuerte ventaja. Las tropas de Gobierno no tenían capacidad de movimiento y eran envueltos por los revolucionarios. Así, se mantuvo el combate, con notoria ventaja para los revolucionarios. Los distintos asaltos, tantos del Buin como del Séptimo de Línea fueron rechazados. Varias veces el ejército de Gobierno estuvo a punto del desbande. Sólo que en algún momento, Vidaurre vio que el centro revolucionario se debilitaba por la falta de fuego, y aprovechó, en pocos minutos, de fusilar la oficialidad revolucionaria. Allí, cayeron los oficiales constituyentes: Manuel María Aldunate, Samuel Claro, Guillermo Parker y varios más. Quirico Romero, uno de los más cercano a Gallo cayó fusilado de pie.
Tal vez, como Napoleón, el General Gallo, confió que la batalla de todas maneras se iba a ganar, y que no le era necesario usar el corvo. La ventaja que mantuvo durante toda la batalla, la perdió en un pequeño momento. Ahí, Vidaurre se alzó con el triunfo, si no la historia de Atacama indudablemente sería otra”.
Arturo Volantines, señala: “A pesar de la derrota, se quebró para siempre en Chile, la Nación de una sola mirada; nació la visión de otra forma de organizarse y de organizar el Estado. A partir de esta revolución, el norte atacameño se reconoce a sí mismo, con características propias; toma una primera conciencia de su distinción en el mundo. Y, el sueño más grande soñado por un nortino —el sueño de Pedro León Gallo— quedó como una semilla”.