Al grito de “Viva la Constituyente”, cayó con múltiples heridas de bala y sable, el Jefe del Estado Mayor del Ejército Constituyente, el poeta Ramón Arancibia. Con un grupo de soldados atacameños atacó temerariamente cuando la derrota asomaba. Se peleaba cuerpo a cuerpo, entre los faldeos del Cerro Grande y las haciendas y murallones del sector. A lo lejos, se asomaba la Portada de La Serena. Ese puñado de atacameños con corvo en mano se batieron a muerte, como había sido fundamental y dramático en el triunfo en la Quebrada de Los Loros; pero ésta vez, ya era muy tarde.
El General, Pedro León Gallo no había querido que sus tropas lucharan corvo en mano, porque significaba muchas bajas. Esto decidió la batalla de Cerro Grande, y no sólo por la evidente traición, tanto en la pólvora falsa en las armas como por los santiaguinos que no se plegaron a la revolución. Ramón Arancibia comprendió que con un acto de arrojo podía cambiar el destino de la batalla y de la revolución. Pero, ya era demasiado tarde. Y murió con los versos de “La Constituyente” en sus labios. Era media mañana, del 29 de abril de 1859.
La actitud de Pedro León Gallo de evitar muertes se sostuvo hasta el final de la Guerra. Por lo mismo, cuando una parte del Ejército Constituyente sobreviviente, atrincherado adentro de la ciudad de La Serena, encabezado por Elías Marconi, le propuso volver a la carga, Pedro León Gallo se negó rotundamente e, incluso, su actitud frente a la capitulación fue coherente; a pesar que parte de su ejército se mantenía intacto en Atacama. Pedro León Gallo siempre fue valiente y mesurado.
Tal vez, también gravitó en él, la negación de plegarse de los revolucionarios capitalinos.
Durante 5 horas de combate, el Ejército Constituyente mantuvo fuerte ventaja. Las tropas de Gobierno no tenían capacidad de movimiento y eran envueltos por los revolucionarios. Así, se mantuvo el combate, con notoria ventaja para los revolucionarios. Los distintos asaltos, tantos del Buin como del Séptimo de Línea fueron rechazados. Varias veces el ejército de Gobierno estuvo a punto del desbande. Sólo que, en algún momento, Vidaurre vio que el centro revolucionario se debilitaba por la falta de fuego, y aprovechó, en pocos minutos, de fusilar la oficialidad revolucionaria. Allí, cayeron los oficiales constituyentes: Manuel María Aldunate, Samuel Claro, Guillermo Parker y varios más. Quirico Romero, uno de los más cercano a Gallo cayó fusilado de pie.
Tal vez, como Napoleón, el General Gallo, confió que la batalla de todas maneras se iba a ganar, y que no le era necesario usar el corvo. La ventaja que mantuvo durante toda la batalla, la perdió en un pequeño momento. Ahí, Vidaurre se alzó con el triunfo, si no la historia de Atacama indudablemente sería otra.
A pesar de la derrota, se quebró para siempre en Chile, la Nación de una sola mirada; nació la visión de otra forma de organizarse y de organizar el Estado. A partir de esta revolución, el norte atacameño se reconoce a sí mismo, con características propias; toma una primera conciencia de su distinción en el mundo.
Y el sueño más grande soñado por el Norte Infinito quedó como una semilla.
Por Arturo Volantines, escritor, gestor cultural, presidente de la SALC (Sociedad de Creación y Acción Literaria de Coquimbo)