(PorJoaquín Ramírez, Chief of Staff, Encargado de Estrategia y Desarrollo Corporativo, Mercer Chile) La encuesta Casen de 2011 arrojó que la generación que más estaba creciendo en Chile en ese entonces era la “cuarta edad”. Lo que bien pudo ser una alerta temprana, fue un tema que pasó prácticamente “sin pena ni gloria” para la mayor parte de las autoridades de la época, que se limitaron a constatar el hecho sin tomar medidas que hoy resultan urgentes e indispensables.
Este nuevo segmento de la población que aumenta día a día en Chile, comprende a casi 500 mil adultos mayores de 80 años, quienes hasta mayo pasado estaban prácticamente a la deriva en lo referido a políticas y medidas adoptadas por el Estado para hacerse cargo efectivamente de ellos.
Decimos hasta mayo de 2017, porque fue precisamente el día 11 de ese mes que un grupo de parlamentarios de distintas bancadas políticas presentó un proyecto de ley que busca modificar la ley N° 19.828, que crea el Servicio Nacional del Adulto Mayor, para establecer el concepto de cuarta edad.
Entre los argumentos que plantea la iniciativa -presentada por el diputado David Sandoval-, señala que según una proyección de población 2017 del INE, del total de mayores de 60 años en el país, un 14,4% tendría 80 años o más, lo que llevado a cifras equivale a 417 mil personas, de las cuales 147 mil son hombres y 269 mil son mujeres. Al hacer las cuentas se puede observar que son las mujeres, -el grupo que percibe las pensiones más bajas en el país- quienes superan a los hombres en 122 mil personas, lo que hace aún más preocupante la situación.
Si bien es verdad que hoy en día los mayores de 60 años son por lo general hombres y mujeres activos y llenos de vitalidad, -razón por la que incluso se plantea la necesidad de aumentar la edad de jubilación a fin de que a futuro perciban mejores pensiones-, no ocurre lo mismo con los mayores de 80. De hecho, un 36,9% de ellos tienen dependencia severa, lo que significa que son incapaces de valerse por sí mismos, y que para sobrevivir necesariamente requieren del apoyo de terceros, ya sea familiares o cuidadores contratados para tal efecto.
Esta cifra de personas totalmente dependientes, nos muestra además que un 36,9% de personas sanas y capaces de desenvolverse perfectamente en el mundo laboral remunerado deben abocarse al cuidado de estos adultos mayores, en la mayoría de los casos sin percibir ninguna remuneración, ya que cada día resulta más caro pagar por este servicio al que solamente accede un 1% de la población. Esto indica que son los familiares los que principalmente se hacen cargo de sus adultos dependientes, y mayoritariamente personas de sexo femenino, como lo constató en 2011 la encuesta Voz de Mujer realizada por ComunidadMujer, que contabilizó que en Chile son 300 mil mujeres las que realizan esta labor. Según este sondeo, fueron 63.832 mujeres las que habían dejado su último trabajo para cuidar a algún adulto mayor de sus familias.
Esta situación constituye un verdadero círculo vicioso en el que las mujeres, -quienes más viven y las que cuentan con menos ingresos-, deben asumir un rol que el Estado abandonó y que de no cambiar, las está condenando a vivir generación tras generación la misma experiencia.
Actualmente hay corporaciones privadas y algunos municipios que han tomado medidas, con la creación de centros diurnos donde dejar a los adultos mayores. Pero mientras no exista una legislación que los considere formalmente como un nuevo grupo de nuestra sociedad, no hay certezas de que ellos estén cubiertos y debidamente cuidados, acorde a sus evidentes necesidades.
Claramente las políticas y cultura que se desarrollen deben enfocarse en tener un mejor bienestar financiero en la actualidad para llegar preparados a la cuarta edad, sobre todo pensando que muchos de nosotros podríamos llegar a vivir hasta los 100 años. La cuarta edad es un hecho. Como decimos en Mercer: “Debemos hacer el mañana, hoy”.
La ironía en el título de esta columna apunta precisamente a preguntarse si esta cuarta edad debe existir legalmente como lo solicita el proyecto de ley mencionado, porque es un hecho, o por el contrario, no debiera hacerlo porque en esta cultura que ha fomentado por años la idea de que todo lo viejo es desechable, resulta mejor no pensar en ello y simplemente dejarlos en el más absoluto desamparo. ¿Cuándo haremos el mañana en Chile?