Desde mi humilde retiro de viejo pensionado asistencial, vivo a través de la TV las escaramuzas de las muchedumbres que protestan en este “oasis” de fantasía, el que muestra cifras macroeconómicas sanas, pero, desgraciadamente, sustentadas en una enorme injusticia social, cultural, económica y política y donde la paciencia de un pueblo abusado se muestra agotada.
Un país donde los servicios básicos están privatizados, la seguridad social es precaria y los privilegios de algunos sectores aumentan la brecha existente entre ricos y pobres
El lunes 14 de octubre comenzaron las primeras evasiones en el pago del boleto del Metro debido a un alza en el precio de los pasajes y desde entonces los acontecimientos se han desarrollado a gran velocidad y del descontento inicial, se pasó a los cacerolazos, siguió con la destrucción de estaciones del Metro, quema de buses, supermercados y otros edificios de la capital, ejemplo que se extendió en pocas horas al resto del país.
Sabemos que la actuación del gobierno ha sido negligente e incompetente, que su cabeza vive ausente y que la entrega del control a los militares es una muestra de aquello
Todo esto me lleva a pensar que estamos viviendo una anarquía, la que se veía venir y cuyas señales ya se habían percibido en numerosos encuentros realizados en distintas ciudades del país durante los meses anteriores y cuya premisa es, “transgredir aquello que nos somete y reprime a diario, lo que significa destruir aquellos patrones, visiones y pensamientos capitalistas y patriarcales, cuya existencia está basada en la limitación y la dominación de unos sobre otros”.
La verdad es que como viejo, siento envidia y admiración por esos jóvenes, porque están llevando a cabo lo que nosotros no atinamos a hacer, o no fuimos capaces de realizar y nos dejamos envolver por el espejismo del consumismo.
Mi simpatía està con ustedes, chiquillos, pero cuidado,…… los movimientos sociales son exitosos mientras gocen de simpatía pública, pero, si siguen asaltando y quemando vuestro propio transporte urbano y las fuentes laborales de vuestros padres y vecinos, la gente terminará por hartarse,…..
Por Belisario Venegas Muñoz, escritor, poeta y gestor cultural