Sebastián Piñera Echenique vuelve a La Moneda

Si bien no es un personaje particularmente popular, Piñera logró conectar con quienes demandan más crecimiento económico y recuerdan los buenos números de su mandato.

Al nuevo presidente de Chile, Sebastián Piñera, nunca le gustó perder. O siempre le gustó ganar.

Primero se convirtió en una de las tres personas más ricas del país. Luego fue presidente de 2010 a 2014. Y ahora ha vuelto al cargo más alto de la nación. Pero si el hombre es el mismo que hace ocho años, las circunstancias y algunos de sus rasgos individuales han cambiado.

Piñera ganó las elecciones celebradas a fines de 2017 con una cómoda ventaja de casi 10 puntos porcentuales sobre el candidato oficialista de centroizquierda, Alejandro Guillier, un presentador de televisión que tenía el complicado reto de unificar una izquierda desgastada.

En 2009, en cambio, Piñera le ganó a un rival incluso menos fuerte que Guillier, el democratacristiano Eduardo Frei, por una ventaja de 3 puntos.

No por eso fue una victoria menor, porque se trató de la primera vez desde 1958 que un político de derecha llegaba a la presidencia de Chile por la vía democrática.

El primer gobierno de Piñera se recuerda por el crecimiento económico, la generación de empleo, las protestas estudiantiles, la crisis de los 33 mineros que fueron rescatados tras pasar 69 días atrapados en una mina y la gestión de un terremoto que dejó 525 muertos.

Sus críticos apuntan a la compleja trama de intereses privados que le rodea, al fracaso de su gobierno en la gestión del Censo de 2012 o a las investigaciones judiciales que comprometen a varios funcionarios de su gobierno, incluidos dos de sus exministros.

Durante la campaña presidencial del año pasado, la izquierda presentó a Piñera como un retroceso en dos sentidos: hacia el país tomado por los intereses corporativos de los más ricos y hacia al Chile del régimen militar de los 70 y 80.

Pero, si bien no es un personaje particularmente popular, Piñera logró conectar con quienes demandan más crecimiento económico y recuerdan los buenos números de su mandato.

“Soy el presidente del cambio, del progreso y de la clase media”, dijo en su discurso de victoria.

Piñera y segundo período

Según él mismo admite, es un hombre distinto al que gobernó antes.

“Tuvimos un muy buen gobierno, en el que todos los indicadores sociales y económicos mejoraron en Chile, pero tengo más experiencia ahora, y la experiencia cuenta”, dijo en septiembre.

Cuando llegó al poder en 2010, Piñera había tenido más experiencia como empresario que como político, pese a que había sido senador y presidente del partido Renovación Nacional (RN).

El conocimiento sobre el Estado fue algo que le costó tiempo aprender.

Rodrigo Hinzpeter fue jefe de campaña de la primera victoria, ministro de Interior y Defensa durante ese gobierno y fundador de RN.

Según él, “el presidente ahora tiene mucha más experiencia en lo referente a la administración de las políticas públicas y de la burocracia”.

“Las formas de gestionar requieren aprenderse, porque pueden estar los deseos, pero hay un aparato y unas normas que deben aprenderse y ahora tenemos un presidente más consciente de eso”, le dice a BBC Mundo.

Por otro lado, algunos creen que Piñera se ha “derechizado”, en parte porque en el primer tramo de la campaña se declaró en contra, por ejemplo, del aborto, pese a la ley impulsada por su antecesora, Michelle Bachelet, que lo legalizó en tres causales.

Después de la primera vuelta, además, Piñera se mostró menos ideológico, e incluso se comprometió a no abolir la gratuidad educativa, uno de los elementos clave del legado de Bachelet.

Algunos de sus biógrafos lo han retratado como un hombre pragmático, más allá de la ideología.

Pero hay quienes, de todas maneras, ven en este nuevo Sebastián Piñera una amenaza. “Piñera representa una derecha que tiene en sus filas a defensores de violaciones a los derechos humanos, a gente que ve la inmigración como una amenaza, que ven a las mujeres que abortan como unas asesinas y que quieren profundizar el modelo neoliberal segregacionista”, opina Coni Schon, secretaria general del Frente Autonomista y vocera del Frente Amplio.

“Y en ese sentido Piñera es una amenaza que tendremos que confrontar como oposición”, le dice a BBC Mundo.

Circunstancias del país

Piñera asumió como presidente el 11 de marzo de 2010, dos semanas después de uno de los terremotos más fuertes que haya sacudido a Chile en las últimas décadas.

“Al menos la mitad del esfuerzo durante toda la gestión fue dedicado a la reconstrucción del país y en consecuencia se sacrificaron muchas cosas que hubiéramos querido hacer”, explica Hinzpeter.

Esta vez Piñera espera estar libre de situaciones como éstas para poder llevar a cabo su programa.

Una de sus principales consignas de campaña fue la del crecimiento económico, sobre todo porque durante los últimos años la economía se ha desacelerado y la gente ha sentido amenazadas sus posibilidades de ascender socioeconómicamente.

“Este es un Piñera que está mucho más conectado con los problemas actuales de la gente”, asegura Ernesto Silva, miembro del entorno de Piñera y diputado y expresidente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), principal partido de derecha chileno.

“Temas como el crecimiento económico, el ascenso de la clase media y la creación de empleo son problemas que preocupan ahora a los chilenos y que Piñera encarna perfectamente como alguien que los puede resolver”, le dice a BBC Mundo.

Espectro político

Probablemente lo que más ha cambiado en Chile desde 2010 es la conformación del escenario político.

Como mostró la primera vuelta, existen partidos nuevos y alejados del centro que tienen potencial de crecimiento, en especial el Frente Amplio, una coalición nueva que surgió de las protestas estudiantiles de 2011 (durante el gobierno de Piñera).

Bachelet, además, logró aprobar una reforma profunda del sistema político que acabó con la vieja estructura binominal, que favorecía a las dos grandes coaliciones, ambas cercanas al centro.

Ahora, en el Congreso no hay grandes mayorías.

Algunos analistas creen que el de Piñera será un gobierno de transición sin grandes sobresaltos, no solo porque no tiene mayorías, sino también porque se da en un momento en que el país empieza a entender los cambios generacionales, demográficos y sociales que se están dejando sentir.

El mandatario tendrá que negociar con una oposición fuerte y radical que se opone a todo lo que tiene que ver con sus políticas, maneras y pensamientos.

Y está, además, el hecho de que la mayoría de los chilenos no votó en las elecciones: la participación fue del 49%.

A Piñera se le ve más cómodo que hace ocho años. Pero el país se ha convertido en un hueso más difícil de roer.