La basura en el mar es un gran problema. Las imágenes de animales marinos intoxicados por la ingestión de plástico o con graves lesiones al enredarse con residuos de este tipo se han vuelto cada vez más recurrentes.
Estamos enfrentando un problema de contaminación que requiere medidas contundentes, pues según estimaciones de la ONU (2019) la basura arrojada en las playas o desde las embarcaciones, así como el desplazamiento de los residuos por el viento y los ríos, lleva al océano más de 8 millones de toneladas de plástico cada año.
Hacia 2025 esta cifra puede doblarse y tener efectos catastróficos para la biodiversidad marina y la economía al perjudicar actividades como el turismo y la pesca. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que el impacto económico de la contaminación por plásticos a los océanos representa cerca de US$8 mil millones anuales. Además, investigaciones realizadas en diferentes partes del mundo han encontrado partículas de microplásticos (ver Imagen 1) en peces y mariscos que son consumidos regularmente por humanos.
Según un estudio reciente de la Universidad de Newcastle, Australia, a nivel mundial ingerimos un promedio semanal de 5 gramos de plásticos a la semana ¡la cantidad equivalente a comerse una tarjeta de crédito! Todavía no conocemos con certeza las implicaciones que esto representa para la salud, pues carecemos de suficiente evidencia científica para sacar conclusiones, pero sabemos gracias a estas investigaciones, que parte de los residuos plásticos que desechamos retornan a nosotros a través de los alimentos que consumimos.
El aumento en el uso de plásticos y su escaso reciclaje es una problemática creciente a nivel global y en el caso de Chile, según datos de la Asociación Gremial de Industriales del Plástico (2019), sólo se recicla menos de un 9 % del plástico que se consume, lo cual representa aproximadamente 83.679 toneladas al año. Gran parte de objetos como las cucharas plásticas, los vasos desechables, los envases de los líquidos que consumimos y usamos, tienen una vida útil de pocos minutos, pero permanecen en el ambiente cientos y miles de años.
Con la pandemia global esta situación parece agravarse, pues el aumento de la demanda y uso de elementos como mascarillas (tapabocas), guantes, protectores faciales y desinfectantes, así como la ausencia de medidas para su recolección y disposición, ya han tenido un impacto negativo al percibirse el incremento de estos elementos sanitarios en los mares. También las compras en línea y los servicios de delivery de comida han aumentado el uso de plásticos de un solo uso, tales como envases y cubiertos desechables.
Monitoreos submarinos
En la actualidad se cuentan con diversos estudios sobre la basura que se encuentra en las playas y flotando en los mares, pero los residuos que se encuentran en los fondos marinos son todavía un misterio. Las dificultades en su estudio se relacionan con la complejidad de acceder al fondo submarino y recopilar datos a gran escala. Por esta razón, la organización Ocean Eyes, ha incentivado el monitoreo de la basura submarina por medio de las observaciones de buzas y buzos en los mares chilenos.
De esta manera, se ha podido percibir la presencia de distintos tipos de residuos en la mayoría de las inmersiones que corresponden principalmente a basura plástica (28%), materiales de pesca (22 %) y metales (20%) (Ver Imagen 3). La mayoría de las observaciones realizadas hasta el momento se han realizado en la zona centro del país, por lo que se carece de datos en la zona norte y sur. La idea es continuar con este trabajo de observación y aumentar la recopilación de datos en las distintas regiones para tener una visión panorámica de la cantidad de residuos y su caracterización en los mares de todo el país.
Aunque la basura se puede observar en la mayoría de las inmersiones, la cantidad de basura que se observa es baja. Estos resultados encontrados nos hablan de algo muy peligroso. El sistema de corrientes y el tipo de ecosistemas que tiene Chile hacen que esta basura que llega al agua sea rápidamente “limpiada” de los fondos marinos. Esto genera dos externalidades: por un lado, puede dar una percepción equivocada al no advertirse esta basura a simple vista, por otra parte, la basura es arrastrada al sistema de corrientes oceánicas. Una vez sucede esto, la basura puede quedarse atrapada en las profundidades o degradarse hasta convertirse en microplásticos. En ambos casos su gestión y limpieza es una tarea casi imposible.
Una tarea de todos
Desde el gobierno el chileno se han implementado diferentes iniciativas como la Ley 20.920 de 2016 (conocida como Ley REP) que establece el Marco para la Gestión de Residuos, la Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje; la Ley 21.100 de 2018 la cual se ha implementado progresivamente y cuyo objeto es la disminución paulatina del uso de bolsas plásticas entregadas en el comercio; y un nuevo proyecto de ley que está siendo discutido en el congreso y prohíbe los plásticos desechables de un solo uso.
También, cabe destacar el Pacto Chileno por los Plásticos, suscrito en abril de 2019 por la Fundación Chile y el Ministerio del Medio Ambiente, con la intención de articular las acciones de empresas, sector público y ONGs para promover nuevas formas de fabricación, uso, reutilización y reciclaje de plásticos. Por su parte, desde el mundo del buceo, distintas organizaciones como Ocean Eyes se han puesto en la tarea de generar conciencia sobre el impacto de los residuos de plástico en ecosistemas marinos, han incentivado la recopilación de datos al respecto y difunden información educativa dirigida a todo tipo de público.
Adicionalmente, nuestro papel como consumidores es fundamental, pues, aunque se ha ido instalando en la sociedad el discurso contra el uso del plástico, aún falta para que esto se vea reflejado en nuestra cotidianidad y hábitos de consumo.